"Hay dos las maneras de entender la escuela, las aulas: como un microcosmos que refleje la heterogeneidad del afuera, la fisonomía social de nuestros pueblos y ciudades, con su diversidad de hombres y mujeres, de credos religiosos (y de gentes que no profesan religión alguna), de maneras de entender el mundo, de procedencias geográficas, de entornos sociales y económicos, culturales; o como una suerte de “club privado” –la expresión es de Jurjo Torres- en que uno solo se relaciona con los iguales, en la esperanza tal vez de no exponerse al contagio de quien es diverso.
Pero es que, más allá de lo que ocurra en el interior de los muros de la escuela –demasiado gruesos siempre- en el afuera hemos de vivir juntos, establecer una reglas del juego comunes que nos permitan no solo vivir en paz, sino también construir juntos los proyectos que sostienen nuestra vida personal, social, profesional, etc. Y eso solo se hace posible desde la escuela, desde la educación compartida.
Por eso, el sistema educativo es determinante a la hora de conformar una sociedad más o menos cohesionada, más o menos fracturada; con mayor o menos movilidad social; con mayores o menores diferencias entre quienes más tienen y quienes siempre quedan excluidos. Y es esta una piedra de toque importante a la hora de valorar una ley educativa.
¿Por qué no nos gusta la LOMCE? Porque permite o promueve -y sostiene con fondos públicos- la separación por sexos, por creencias religiosas o por procedencia del alumnado."
Guadalupe Jover (Ciudadan@s por la Educación Pública) en el acto de presentación del comunicado unitario contra la LOMCE el pasado 18 de diciembre.
Foto: EL ROTO (El País)
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